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Mi diagnóstico y Cómo superé

Hace 15 años, sentada en un consultorio, escuché por parte de mi médico una frase aterradora: “Amanda, tu diagnóstico es que tienes cáncer de mama”.

Desafortunadamente me encontraba sola en el momento que recibí mi diagnóstico. Un sin número de pensamientos y sentimientos cruzaron por mi mente: ¿Voy a morir?, ¿Será cierto?, ¿El médico se equivocó?, ¿Por qué yo? Siempre he sido una persona buena, creyente, que no le ha hecho mal a nadie y soy el eje central de una familia, ¿Merezco esto?, ¿Qué va a pasar con mis hijos? ¿Qué va a pasar con mis padres que dependen de mí, física, emocional y económicamente?, ¿Cómo se los voy a contar? Si me quitan el seno, mi marido me dejará, ya no podré trabajar, salir a la calle, no podré ir a fiestas, al mar a la piscina, etc.

Salí del consultorio y me senté en el andén de la calle. Lo único que cruzaba por mi cabeza eran pensamientos negativos. No quiero sobrellevar esta enfermedad, no quiero someterme a tratamientos médicos que me van a generar una serie de efectos secundarios y que al final, dichos tratamientos no van a salvar mi vida.” “Mejor me tiro al primer carro que pase. Pero si lo hago, ¿Quién se encargará de mis padres y mis hijos?”.

Llegué a mi casa y no dije absolutamente nada. Nadie se enteró en ese momento de la aterradora noticia. Cuando comencé a recibir los diferentes tratamientos, fue cuando ya no tuve más opción que hablar y me tocó compartir la triste situación con mi familia.

Pasaron los días; conocí, sentí y viví, todo lo que, como paciente oncológico tenía que pasar; como los efectos secundarios generados de los diferentes tratamientos; lo que significa mirarse en el espejo y no verse femenina, sino todo lo contrario, verse y sentirse fea, flaca, pálida, ojerosa, con piel reseca, incompleta…

Todo esto es impactante para uno como paciente, pero algo que me dio muy duro, fue cuando la doctora que me realizó la radioterapia me dice el primer día: “Amanda, no puedes utilizar desodorante”.

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Casi me muero, y le dije no me diga eso doctora, yo trabajo, dicto conferencias, levanto los brazos, y aunque nunca he sufrido de hiperhidrosis (sudoración excesiva) ni bromhidrosis (mal olor), no me voy a sentir cómoda si no me aplico desodorante. Le pregunté la razón y me respondió: Los desodorantes tienen como activo, hidróxido de aluminio, esto es un metal, que hace interferencia con la radioterapia y el efecto deseado de la radioterapia disminuye.

Ufff… sentí que eso ya era demasiado para mí. Andaba con pañitos húmedos en mi cartera y cada hora, pedía un baño prestado para ir a limpiarme las axilas. Sin importar el clima que hubiese, andaba con abrigos, bufandas y todo lo que me tapara lo que pudiera.

Sin embargo, luego del diagnóstico seguí trabajando, y tal vez, por mi profesión, yo misma comencé a buscar alternativas, inicialmente en Colombia, y al no encontrar nada, comencé a explorar países más desarrollados que el nuestro.

En estos países, encontré varias, por no decir muchas, tiendas oncológicas. Pude ver lugares hermosos, donde podían ir los pacientes diagnosticados con cáncer y además de un muy buen servicio, en el mismo lugar encontraba productos y accesorios especializados en oncología. Todos con materiales y activos especiales, libres de químicos nocivos que podrían hacerle daño a mi cuerpo, entre esos, desodorantes libres de hidróxido de aluminio.

Después de un tiempo, por motivos laborales, tuve que viajar a algunos países. En algunos de ellos, yo ya sabía de la existencia de las tiendas oncológicas. Aunque, gracias a Dios, yo ya había culminado mis tratamientos oncológicos y ya me consideraba una sobreviviente, obviamente las visité.

Quedé altamente sorprendida del servicio, atención, amabilidad, conocimiento del tema, asesoría, productos y accesorios que ofrecían. Me explicaban la importancia de utilizar todos estos productos, me dieron asesoría en todo lo referente a manejar las emociones y las actitudes.

Otra cosa que pude percibir es el cómo explican a los pacientes de una manera muy clara, a que se van a enfrentar con los diferentes tratamientos y cómo poder controlar los efectos secundarios, para mejorar la calidad de vida. No se imaginan todo lo que aprendí.

Cuanto me hubiese gustado haber tenido la posibilidad de conocer este tipo de tiendas, de ayudas, de productos y accesorios, en el mismo momento en el que tuve que pasar por mi diagnóstico.  Me hubiese ayudado a tener confort, bienestar y calidad de vida y así, todo el proceso hubiese sido más fácil y armonioso.

A partir de ese momento fue cuando le hice a Dios una gran petición, algo que había estado impulsándome a superar mi diagnóstico, un propósito que había encontrado durante mi proceso, esta petición era que, a futuro, en algún momento de mi vida yo pudiese disponer un espacio para pacientes oncológicos en Colombia, y así, poder ayudar a las miles de personas que estuviesen atravesando una situación igual o similar a la que yo viví, un espacio para brindar la ayuda y asesoría que se necesita en esos casos.

Así inició el proceso para darle vida a Livit – Tienda de Salud y Bienestar. Aquí vamos, siendo la única tienda especializada a nivel nacional y la única que presta servicio de asesoría sin costo alguno. Año tras año ha dado y recibido bendiciones.

Espero mi historia les ayude, los motive y les dé una luz de esperanza. ¡Si se puede! Y es la segunda oportunidad más preciada que la vida puede darnos. 

Una imagen corporal positiva, puede significar una mayor calidad de vida.

¿Qué te parece si hablamos?

Llámanos al 313 296 0908 con gusto te atenderemos.

LIVIT, ¡Siempre contigo!